El 2 de diciembre dejó la Secretaría de Comercio Interior de la Nación Guillermo Moreno. Ha estado en ese cargo estratégico desde el año 2005 y se ha transformado en ese lapso, quizás, en el funcionario de gobierno más criticado, atacado e insultado de estos últimos diez años.

 

“Moreno es parecido a Eichmann, un imbécil incapaz de pensar” (Dip. Nacional Carrió);  “el funcionario emblema de la prepotencia K” (Clarín); “soberbio, feroz, mesiánico, violento, caprichoso, esotérico, insobornable, implacable, y católico ferviente” (periodistas Diego Cabot y Francsico de Olivera autores de su biografía no autorizada); “Guillermo Moreno es un López Rega sin armas” (Jorge Lanata); “Guillermo Moreno es un cavernícola que maneja hoy la economía”. Domingo Buzzi, FAA en la Mesa de Enlace con la Sociedad Rural Argentina). Podríamos seguir con las citas e incluir al diario La Nación, a los Diputados y Senadores ruralistas; a los economistas neoliberales y así hasta el infinito.

 

A la larga lista de descalificaciones e insultos, debemos agregar la larga lista de expresiones post-renuncia del funcionario: “La renuncia de Moreno le hará muy bien la país” (INFobae); “La renuncia de Moreno hizo subir la Bolsa” (TN); “Al fin después de años de pedirlo, se va el patotero” (Dip. Nacional Patricia BUllrich); “Al fin la Presidenta (Cristina Fernández de Kirchner) se dio cuenta que Moreno le hacía mal al país”  (Horacio Rodriguez Larreta, jefe de Gobierno porteño); “Esperemos que la racionalidad y la sensatez vuelvan a los mercados de la Argentina” (Ruben Ferrero, presidente de las Confederaciones Rurales Argentinas), “Es una buena noticia que se vaya Moreno, creyó que prepoteando y amenazando a empresarios podía desarrollar confianza en el país” (Pino Solanas , senador electo UNEN); “Moreno por su desgaste y su pésima gestión era un lastre muy complicado para esta nueva etapa”. (Ricardo López Murphy); “):”Representa un respiro para la economía de nuestro país” (Cornelia Schmidt-Liermann, diputada nacional (PRO):”; “Moreno todo lo que tocó lo incendió: estadísticas, balanza comercial, dólar, etc. ChauMoreno, espero que te lleves también a tu patota del INDEC” (diputada de Proyecto Sur Alcira Argumedo);  “”Es una buena noticia la renuncia de Guillermo Moreno, una persona que le hizo mucho daño a la economía de nuestro país” (María Eugenia Vidal, PRO).

 

También podríamos seguir ad infinitum con las citas sobre la salida de Moreno. Pero nos interesa más que eso analizar por qué tantas coincidencias denigratorias y tantos “alivios” post-renuncia. ¿Porqué coinciden en sus críticas a Guillermo Moreno políticos de tradición radical, ex peronistas devenidos burócratas sindicales, diputados y funcionarios del PRO?, ¿medios monopólicos y hegemónicos, intelectuales de las izquierdas y ex ministros de la economía ortodoxa junto a  miembros de “la cultura” con antigua tradición popular y aún latinoamericanista? ¿Asociaciones de consumidores urbanos junto a la Sociedad Rural; Confederaciones Rurales y la Federación Agraria Argentina?

 

Porque Guillermo Moreno expresó y desarrolló en estos ocho años (ocho años en la historia nacional es muchísimo!) una política que cuestionó los dos principios básicos del “sentido común” liberal de las clases hegemónicas argentinas y de sus clases, instituciones y medios monopólicos asociados: a. Que los países deben producir sólo aquello que están en mejores condiciones para producir y b. Que la economía marcha siempre mejor sin la presencia ni la intervención del Estado.

 

Veamos el primer punto de este credo liberal:

 

“Siempre será máxima constante de cualquier prudente padre de familia no hacer en casa lo que cuesta más caro que comprarlo. El sastre, por esta razón, no hace zapatos para sí y para su familia, sino que los compra del zapatero; éste no cose sus vestidos, sino que los encomienda al sastre; el labrador no hace en su casa ni lo uno ni lo otro, pero da trabajo a esos artesanos. Interesa a todos emplear su industria siguiendo el camino que les proporciona más ventajas, comprando con una parte del producto de la propia, o con su precio, que es lo mismo, lo que la industria de otro produce y ellos necesitan” (Adam Smith . La riqueza de las Naciones. 1776)

 

La consecuencia de la aplicación de este principio es el sostén de toda la política económica oligárquica desde 1880 en adelante y sigue siendo el sueño añorado por sus representantes económicos, políticos y culturales: ¿para qué desarrollar una industria nacional que siempre será costosa, precaria y con productos de calidad relativa , si podemos adquirir los bienes que queramos del mercado internacional a un costo bajo y con una calidad mejor? La Argentina, según este credo, debería especializarse en lo que mejor sabe hacer y lo que menores costos tiene, en comparación a los países industrializados: producir más y mejores bienes agrícolas y ganaderos para venderlos en el mercado internacional y así adquirir “todo lo demás”.

 

Así, el sueño de nuestra elite hegemónica es ver a la Argentina como una neocolonia agro-minero-exportadora, con sus fronteras totalmente abiertas al ingreso de todos los bienes y servicios que produce el mercado internacional, de excelente calidad y de bajo precio. ¿Y los millones de argentinos que no poseen tierras, ni empresas importadoras, ni bancos? ¿Y los millones que no tendrán trabajo en fábricas que ya no existirían, en campos tecnificados que no requieren trabajadores?, ¿y los millones que por ende no tendrán jubilaciones ni obras sociales?  ¿Y qué ocurre si los países industrializados amplían más su tecnología y logran producir alimentos a más bajo costo y en mejores condiciones?

 

En el fondo del sueño liberal de un país desindustrializado encontramos la Argentina pauperizada y desesperanzada que sólo existe para el disfrute de unos pocos y la muerte civil, económica y social de las mayorías: es la Argentina de Roca, Martínez de Hoz, Pinedo, Uriburu, Aramburu y Rojas, Onganía y Videla, Menem y Cavallo, De la Rúa y López Murphy.

 

La política sostenida por Moreno (basada en la política económica que impulsó Néstor Kirchner y luego Cristina Kirchner) apuntaba precisamente a controlar férreamente el ingreso de bienes manufacturados para que no compitan, dañen o hagan desaparecer los productos nacionales, las industrias propias, que no son sólo industrias, sino que también generan empleo y cadenas de valor internas. El control de importaciones es la condición para que existan cada vez más industrias en el país lo que es lo mismo que generar un mercado interno de ciudadanos incluidos desde el trabajo y el consumo.

El otro principio que Guillermo Moreno puso en duda desde su acción en estos ocho años, fue el de la necesidad de la no intervención del Estado. Aquella frase de Smith vuelve una y otra vez a los discursos de nuestras clases hegemónicas:

 

“Cada individuo está siempre esforzándose para encontrar la inversión más beneficiosa para cualquier capital que tenga […] Al orientar esa actividad de modo que produzca un valor máximo, él busca sólo su propio beneficio, pero en este caso como en otros una mano invisible lo conduce a promover un objetivo que no entraba en su propósitos […] Al perseguir su propio interés frecuentemente fomentará el de la sociedad mucho más eficazmente que si de hecho intentase fomentarlo”. (Adam Smith. La riqueza de las Naciones. 1776)

 

Curiosa ha sido la interpretación que nuestras elites liberales le han dado a esta frase. Han sido en su divulgación mucho más antiestatistas que el propio A. Smith. Para nuestra elite la traducción es simple: la mano invisible del mercado alcanza para garantizar la riqueza de una nación. Precisamente, en la Argentina, cuando los actores económicos (lease los terratenientes) estaban librados a sus propias fuerzas e intereses, generaron tanta riqueza que el país se transformó en el “granero del mundo”.

Al partir de este análisis todos los intentos de regular y reconducir la economía argentina desde el Estado, para ampliar las capacidades económicas en forma más armónica e inclusiva, son ensayos destinados al fracaso, pues  se basan en la intervención indebida del Estado.

 

Ese análisis sobre la intervención “indebida” del Estado se aplica, además, en forma muy sesgada: cuando Yrigoyen, Perón, Illia o Cámpora proponían la intervención estatal, estaban desnaturalizando la economía. Pero cuando Roca destruía con el Ejército (que es el Estado, qué duda cabe!) las tolderías y se apropiaba de la tierra para distribuirla entre las familias terratenientes o cuando Martínez de Hoz desde el Estado fijaba una cotización del dólar artificial y beneficiaba al sistema financiero en detrimento del sistema productivo no parecía que el Estado hiciera nada “antinatural” sino que estaban garantizando una economía “sana” .

 

Guillermo Moreno utilizó, durante todos estos años, todas las herramientas legales a su disposición para profundizar la intervención del Estado en el control de precios, tratar de evitar las prácticas monopólicas, desnudar la complicidad de ciertas Asociaciones de “Consumidores” con el capital concentrado, limitar los intereses bancarios, reducir el dólar ilegal; limitar el aluvión de bienes industriales del exterior, denunciar las prácticas espurias de las empresas como Papel Prensa en el funcionamiento interno, eficientizar el funcionamiento del Mercado Central.

 

No se equivocaban (como rara vez se equivocan las elites privilegiadas en Argentina) sobre lo riesgoso que era un funcionario del perfil de Guillermo Moreno. Le llovieron críticas y descalificaciones , pero no fueron sólo de índole académica: Políticas como las de Moreno  son imprescindibles para sostener un Proyecto Nacional y Popular que busque la industrialización , el balance del presupuesto nacional, altas tasas de empleo, mejoras en la salud y educación y altas tasas de integración social sin recurrir al endeudamiento externo.

 

Experonistas, radicales, socialistas, conservadores, neomenemistas, académicos ortodoxos, ONGs del poder económico han seguido, una vez más la línea liberal de análisis que La Nación y las Consultoras económicas y Universidades ortodoxas han transformado en el “sentido común” hasta de aquellos que son los más afectados por las políticas neoliberales. Nuevamente, como en tantos momentos de nuestra historia, hasta los supuestos luchadores antisistema repiten las letanías del pensamiento liberal más rancio.

 

Creemos y esperamos que la renuncia de Guillermo Moreno no indique ningún cambio de rumbo para el Proyecto Nacional, pues lo que la Secretaría de Comercio venía haciendo lo hacía por indicación de la máxima autoridad política del país y nada parece indicar que ese rumbo no será sostenido.

 

Pero sí creemos necesario señalar que las razones de esta “leyenda negra” sobre Guillermo Moreno  no se ha construido porque fracasó sino que por el contrario, fue eficaz: sostuvo lo que Néstor Kirchner y Cristina sostienen todo el tiempo: la primacía de la política por sobre el mercado y sus efectos sobre el conjunto del pueblo argentino.

 

El autor es vicedecano de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de La Plata.

 

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