La mejor noticia que logró hasta ahora el tema del acoso escolar o bullying en la Argentina es sacarse el “velo” de encima que le daba invisibilidad. Además, a partir de la aprobación en el Congreso Nacional de una Ley que establece que el Ministerio de Educación, a través del Consejo Federal de Educación, deberá establecer reglas para prevenir la conflictividad en las escuelas, entre ellas el bullying, la problemática comenzó a formar parte del debate público, aunque aún de manera tibia.
Hay consenso entre la comunidad educativa y la sociedad en general acerca de que esta nueva Ley ofrecerá sin duda un marco legal para encarar el tema, pero no es suficiente y alrededor del tema del acoso escolar o bullying los desafíos pendientes son muchos.
Tal vez, ahora, el compromiso más evidente de todos los actores alrededor del tema es encontrar la justa medida a sabiendas de que si todo es bullying, nada es bullying. Esta forma de maltrato psicológico, verbal o físico, producido entre estudiantes de manera sistemática llamada acoso escolar o bullying es un tema hoy de impacto global.
En el caso argentino, entre los desafíos más urgentes están la falta de estadística consolidada que permita diseñar políticas públicas acordes a la realidad; y un compromiso verdadero entre la trilogía social clave que rodea al problema: las escuelas/educadores, los chicos involucrados y los padres. Y también es importante señalar que en el interior del país las modalidades de acoso son más crueles y se dispone de menos información.
Los últimos datos sistematizados y disponibles en la Argentina sobre Bullying son del 2011. Se trató de un estudio sobre más de 6 mil chicos que realizó el Observatorio de la Convivencia Escolar de la Universidad Católica Argentina (UCA), dirigido por el especialista en temas de Educación Alejandro Castro Santander.
Según este estudio, 1 de cada 4 alumnos argentinos entre 10 y 18 años manifestó tenerle miedo a alguno de sus compañeros y 1 de cada 3, entre 12 y 15 años. Entre las conclusiones más relevantes del hasta ahora único estudio hecho en la Argentina podemos señalar:
Frente a la violencia indirecta el 46% dice sufrirla a veces y el 11% mucho.
En las edades más tempranas interviene más lo físico directo y lo verbal, mientras que en el secundario se transforma en indirecto -murmuraciones, amenazas, robos- y lo social -rechazo y aislamiento-, algo muy preocupante ya que la aceptación en el grupo es crucial.
El 32% dice sufrir a veces agresiones físicas y el 62% agresiones verbales. Aunque también hacen autocrítica: el 62% confió haber maltratado a sus compañeros a veces y el 6% continuamente.
Los maestros y padres son los últimos en enterarse del problema. Ante reiterados hechos de violencia, el 57% de los niños se calla y del resto, el 70% se lo comunica a sus amigos, después a los padres y finalmente al docente. Esto hace que se incremente su invisibilidad y sea tan difícil de prevenir.
El 97% de los docentes manifestó que actualmente existen situaciones de violencia en las escuelas.
El 37% reconoce sentirse desmotivado con respecto a su tarea docente.
El 78% cree que las dificultades en el desempeño del trabajo afectan su salud.
La intención y la necesidad de este tipo de estudios es para conocer las características y la magnitud de un fenómeno en este caso social, sobre el que Alejandro Castro Santander se refiere categórico:
“Se trata de un fenómeno al que si no le colocamos el remedio que corresponde, seguirá creciendo, y en este sentido, la nueva Ley está subestimando la violencia escolar, ya que con las acciones que propone no le hace cosquillas. Sirva de ejemplo el comentario de una de sus autoras: “Si un chico le rompió el libro a otro, ese otro debió haber hecho algo”. Este es un comentario que, haciendo un esfuerzo, podría ser válido para la mediación, donde hay simetría de poder, pero no podemos emplear la misma lógica ante la violencia donde hay una víctima que debemos proteger”.
El peso de la ley
La reciente Ley aprobada por el Congreso Nacional para sancionar la violencia escolar deja en manos del Ministerio de Educación, a través del Consejo Federal de Educación, la reglamentación de la misma. Y seguramente allí aparece el verdadero desafío de la flamante normativa.
La Ley -que surgió consensuada a partir de la iniciativa de la Diputada Nacional Mara Brawer (FPV)- propone como concepto fundamental sancionar la violencia en las escuelas, a través de la “promoción de la convivencia y el abordaje de la conflictividad en las instituciones educativas”.
¿Cómo seguimos después de la ley?, se pregunta Paola Spátola, abogada y presidente del Centro de Estudios para la Convergencia Ciudadana: ”La ley determina claramente que se tiene que generar un instructivo o protocolo de uso para la comunidad educativa; también plantea el tipo de sanciones que se van a aplicar, y la proporción que tiene que existir entre la sanción y el daño causado. La ley es amplia y fija claramente cuál va a ser el ámbito en donde se van a realizar este tipo de discusiones. Ese ámbito será el Consejo Federal de Educación. Recién ahora empieza la puesta en marcha de una acción directa por parte de los Estados (el Nacional y los Provinciales).
Lo más importante es la reglamentación de la ley y eso es lo que está por venir, puntualiza la diputada nacional Cornelia Schmidt-Liermann (PRO). Será importante adaptar el protocolo a las características de la institución. Lo mejor que deja sobre la mesa la ley es que el Estado, educadores y padres trabajemos unidos para poner fin al bullying. Porque estamos frente a una epidemia. Y si no hay una niñez sana, no podemos tener un país sano”, expresó la diputada del PRO.
¿Los maestros afuera?
Una de las objeciones que plantearon los maestros a través de las organizaciones que los representan es que ellos se sintieron afuera de la ley.
“A las organizaciones docentes que dicen que no fueron incluidos es importante que comprendan que la ley establece la idea de capacitar a los docentes y armar un instructivo para la implementación de la misma. Todo lo contrario: la ley es convocante con los docentes“, afirma la diputada Cornelia Schmidt-Liermann.
Para Spátola, “no creo que los docentes estén afuera de la ley. En todo momento se habla de la comunidad educativa, de los educadores, de la escuela. En todo caso, los que plantean esto, deben querer otro tipo de participación. Los docentes están totalmente integrados. Espero que estén a la altura de las circunstancias que se vienen con esta nueva ley, porque considero que los primeros que niegan el bullying son los maestros. Observo que hay una negación tanto de los maestros como de los directores, exceptuando algunos colegios. “Nos interesa el tema pero nosotros no tenemos ningún caso”, esa es la respuesta típica de los docentes. Lo más importante es entender que el acoso escolar existe y que la violencia en los colegios es parte de nuestra sociedad. Lo que tenemos que hacer es ver cómo lo solucionamos, no negarlo como fenómeno social.
La importancia de la estadística
De acuerdo con el Segundo Estudio Regional Comparativo y Explicativo (SERCE) de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) desarrollado entre 2009 y 2011, la Argentina es el país que tiene las cifras más altas de acoso escolar en América Latina.
Pero el caso argentino tiene su propia lupa: ”Hoy, aquellos que deseamos conocer qué está pasando, debemos estudiar más sobre violencia escolar y conversar con los chicos. Para definir estadísticas, otro problema es la gran cantidad de criterios e instrumentos para medir violencia. Si no nos ponemos de acuerdo, seguiremos teniendo muchos datos distintos que sólo confunden a los principales actores institucionales para la prevención: docentes y directivos acompañados por las familias“, refiere Castro Santander, Director del Observatorio de la Convivencia Escolar de la UCA.
“El gran problema de la Argentina es que estamos con cifras altas sobre bullying y no tenemos centralizadas las estadísticas. Es importante tener estadísticas para poder mejorar el diseño de las políticas públicas” explica la diputada Cornelia Schmidt-Liermann (PRO). En Estados Unidos la campaña Stop Bullying forma parte de las políticas públicas de educación. El tema está en la agenda pública. Y el Ministerio de Educación tendrá que estar más involucrado”.
El rol de la familia
“En el tema del bullying el rol central lo tiene la familia, asevera Edgardo de Vincenzi, presidente de la Asociación de Entidades Educativas Privadas Argentinas (ADEEPRA) y rector de la Universidad Abierta Interamericana (UAI). Porque en el bullying no se trata de gente rica o gente pobre, se trata de los valores que se cultivan en la familia. Es decir la esencia del problema está en la familia”.
“No hay casualidades en este tipo de patologías sociales como el bullying o mobbing : todo es causal, agrega De Vincenzi. Las causas para que alguien lo practique pueden ser de orden psíquico, vincular o social. Actualmente vivimos en una sociedad con muchos padres abandónicos, a los que yo personalmente llamo perversos. Porque les interesa más el cliente o el paciente que su propio hijo. Ser papá o mamá es una ciencia, no es materia opinable”.
“Las familias argentinas hoy tienen una tendencia a vivir el momento y se olvidan que hasta los 4 o 5 años se forma el 40% de la personalidad del niño y es fundamental sostener esa etapa con valores basados en el amor, la autoestima, el espíritu de sacrificio, solidaridad, se trata de valores universales”.
“En la UAI desarrollamos un proyecto que se llama Creciendo Siempre y Escuela para Padres donde trabajamos en valores, como forma de contrarrestar el bullying, involucrando a la familia y a sabiendas que los cambios educativos son generacionales”, agrega De Vincenzi.
Ir a la escuela feliz
No hay que perder de vista que entre tanta discusión sobre el bullying, la cuestión que subyace es que hay muchos chicos que no están pudiendo disfrutar de ir a la escuela.
“La situación en el interior del país es mucho más dramática y silenciosa que en la Capital. En los pueblos, el acoso escolar se expresa de manera más cruel. Los chicos están más aislados, los celulares viralizan de manera inmediata cualquier tema de acoso. En pueblos como San Jorge, a 1 hora de la ciudad de Rosario, la situación es muy grave. Allí existe un fenómeno que ahora se acosa a los que no entran en el consumo de drogas. Y la verdad que acoso escolar más drogas es un cocktail explosivo. Y las autoridades no parecen estar despiertas ante la gravedad del tema”, enfatiza la diputada Schmidt-Liermann.
“La violencia escolar en general y el bullying en particular, afectan las relaciones en un momento donde los chicos están ensayando su sociabilidad y buscan ser aceptados por sus iguales. Por eso hay que leer con detenimiento los resultados, donde algunos estudiantes nos están diciendo que le tienen miedo a algún o algunos compañeros. El problema es que si bien la están pasando mal, la realidad nos dice que muchos no se ven como víctimas, han naturalizado el fenómeno, y más triste aún, están convencidos de que ellos son así y por eso les pasan “estas cosas”. Igual que en el caso de los agresores o “verdugos”, que no se ven a sí mismos como victimarios, dicen: “estamos jugando”, “siempre nos tratamos así”, “somos amigos”, agrega Castro Santander.
“Las víctimas de estos procesos están integrados a un grupo (casi un 6% se siente permanentemente excluido) pero tienen baja autoestima, bajan sus notas, buscan excusas para no ir a la escuela, se enferman más seguido, están ansiosos, agresivos, tristes, etc. La pasan mal en un ámbito que debería ser de encuentro y de aprendizaje del buen compañerismo, amistad duradera, y muchas veces del primer amor. Pero aceptan lo que están padeciendo para no ser excluidos por el grupo”, refuerza el especialista.
Ciberbullying: nuevas modalidades de violencia y acoso
En el mismo estudio que realizó el Observatorio de la UCA se afirma que el uso de celulares e Internet ha dado lugar a nuevas modalidades de violencia y acoso.
El maltrato y formas de violencia indirecta mediante SMS, correos electrónicos anónimos, páginas web difamatorias o que alojan videos (YouTube), son cada vez más habituales y se han convertido en una de las armas preferidas por los abusadores o acosadores, a la hora de burlarse, atemorizar o, en definitiva, buscar la forma de dañar a sus compañeros.
“Este tipo de violencia -que puede acarrear graves consecuencias en la formación de la identidad y personalidad de los agredidos- consiste en esperar o generar situaciones dentro del ámbito escolar, para registrarlas mediante fotos en la cámara del celular o en video y poder exhibirlas luego como trofeo“, sostiene Castro Santander.
“El efecto en las víctimas varía. En algunas es mínimo, el ataque les resulta indiferente. En otras es traumático, dejan de ir al colegio, y si los ataques aumentan intentan cambiar de escuela, sufren depresiones y lamentablemente también conocemos casos de suicidio”.
Mirá el video sobre ciberbullying, del Grupo Panóptico:
Hoy el mayor desafío es: ¿cómo repensamos la escuela para darle un lugar privilegiado al desarrollo de competencias socioemocionales como la empatía, la asertividad, la autoestima, la comunicación, el desarrollo moral, como pilares del resto de las habilidades sociales? El especialista Castro Santander resume en cuatro puntos lo que es necesario tener en cuenta:
Un enfoque integral y un sostenido compromiso político y financiero apoyado en una sólida investigación y en legislación explícita; formación docente y planes de estudio inclusivos que promuevan los derechos humanos y una ciudadanía reflexiva; la mejora del clima escolar y las habilidades socioemocionales, que permitan que la víctima y los testigos puedan “efectivamente” denunciar sin miedo lo que sucede, y el agresor repare no sólo el daño sino también las relaciones.
En fin, un trabajo coordinado entre docentes, padres, escuelas y comunidad, donde los adultos den, sean ejemplo a través de sus propias conductas.