Por: Cornelia Schmidt Liermann
La droga está instalada entre nosotros. Está en la escuela, en el club, en las plazas, en los boliches, recitales, en la cancha, en las cárceles, en el trabajo, hasta en las esquinas de nuestros hogares. Sin embargo, el Gobierno Nacional continúa mirando para otro lado frente a uno de los mayores flagelos que se hayan registrado en la historia de la humanidad.
La droga no discrimina; afecta la salud, la seguridad y el bienestar público. Irrumpe horizontal y verticalmente en toda la sociedad, desde las grandes ciudades hasta en los pueblos más pequeños; en las familias con muchos recursos y en las más humildes.
Hace un año, el ahora Papa Francisco calificaba a los narcotraficantes como “mercaderes de la muerte” y alentaba a los jóvenes argentinos a “seguir adelante, a marcar huella en la vida”.
Pero, lamentablemente, en los últimos años nuestro país dejó de ser un país de tránsito de la droga, para pasar a convertirse en uno de consumo, producción y logística. Aún así, el Gobierno Nacional insiste en hablar de la “década ganada”, coronando el período con una polémica ley de blanqueo.
Vemos un Estado ausente en materia de adicciones. Un buen ejemplo es la situación de la SEDRONAR. Hace meses venimos denunciando que el Gobierno Nacional le está quitando el poco poder que le queda. Desde la renuncia de Bielsa en marzo, la oficina está acéfala y pareciera que nadie del Ejecutivo tiene prisa por nombrar un nuevo titular. Es necesario empoderar a la Secretaría y que quien la dirija sea una persona capaz de abordar y actuar sobre todas las áreas implicadas.
¿Cuántos argentinos más deben morir y sufrir para que reaccionemos? En el Senado espera ser tratado un proyecto con media sanción de diputados, que exige la creación de un marco para la prevención, atención, rehabilitación y reinserción del adicto.
La problemática de la droga está en aumento y es compleja por lo que se hace necesario para enfrentarla tener una mirada integral y formar profesionales capacitados. La planificación estratégica debe tener un enfoque multidisciplinario e interministerial, con colaboración internacional, incluyendo a todos aquellos organismos que estén relacionados con la materia.
Sin embargo no podemos seguir esperando a que el Estado reacciones. Cada uno desde su lugar puede hacer mucho ya que es de vital importancia el trabajo local. En cada pueblo, en cada comuna, pueden realizarse encuentros de los diferentes actores para trabajar en conjunto y elaborar la mejor estrategia para cada población. La interrelación de la sociedad civil, las ONG y el Estado tiene que ser constante, para construir una barrera de protección alrededor de nuestros niños y jóvenes.
Todos somos responsables del avance de las drogas, por acción o por omisión. Es nuestra responsabilidad conectarnos con la vida y decirle no a las adicciones.