El tratado de libre comercio firmado entre Mercosur y la Unión Europea (UE) es un hito que marca un antes y un después, ya que significa consolidar el Mercosur y entender que dos regiones, con valores comunes, buscan comerciar y complementarse, para crecer. Mientras las críticas elevan su voz, este tratado tiene en cuenta las debilidades y las fortalezas de cada país, y propone un período de 15 años a fin de ponernos competitivos en aquellos rubros en los que no lo somos.

Sabemos que un 92% de las empresas que exportan manufacturas en Argentina son micro, pequeñas o medianas exportadoras. Con este acuerdo se crea un mercado de bienes y servicios de 800 millones de consumidores, y casi una cuarta parte del PBI mundial. Este es un claro ejemplo de cómo se puede trabajar creando verdadero empleo productivo, de calidad, lejos del populismo.

Vayamos por un segundo al tratado firmado por México con la Unión Europea, que entró en vigencia hace ya 19 años. La UE se convirtió en el tercer socio comercial de México, su intercambio comercial pasó de 21.127.300.000 millones de dólares en el año 2000 a 72.218.200.000 millones de dólares en 2017. También Sudáfrica ha firmado un tratado similar con la Unión Europea y gracias a él ya se multiplicaron por seis las inversiones directas. Lo mismo sucedió con Túnez, que las multiplicó por 12.

En este sentido, nuestra nueva ley de economía del conocimiento será una herramienta complementaria espectacular para este acuerdo regional: nuestra sabiduría al servicio de nuestro país y del mundo. La Unión Europea es el primer importador mundial de servicios por valores que superan los 700 mil millones de euros anuales, mientras que la Argentina es un exportador competitivo de servicios basados en el conocimiento. Solo basta tener una leve imaginación para pensar cuánto podría exportar nuestro país al Viejo Continente.

Por otra parte, nuestro tratado Mercosur-Unión Europea es el mejor ejemplo de multilateralismo. Un concepto que desarrolló nuestra cancillería en estos cuatro años de gestión. Las guerras comerciales son un dato de la realidad internacional. Y este tratado es una respuesta a este escenario: frente a la guerra de aranceles, Argentina quiere un espacio económico integrado con reglas de comercio, con barreras arancelarias que beneficien a nuestros productos.

Desde mi cargo de presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso Nacional saludo y felicito al brillante equipo argentino, encabezado por el Presidente de la Nación, ingeniero Mauricio Macri, por llevar a la Argentina a mejorar las posibilidades de inserción en el mundo, y agradezco a los colegas parlamentarios de los países del Mercosur y de la Unión Europea por su predisposición al diálogo y a la búsqueda de consensos.

Este año celebramos los 30 años de la caída del muro de Berlín. Victoria de la libertad. A partir de allí Europa empezó a crecer, a fluir, a integrarse. Y este tratado será otra fecha que quedará en la historia: creamos un puente transatlántico que nos vuelve a unir con aquellos que formaron parte de nuestras naciones. Imagino a nuestros fundadores, San Martín, Belgrano, Moreno, Alberdi, Sarmiento, asentir y sonreír: este es el camino, unidos desde el Mercosur fraterno, para complementarnos y atraer inversiones a nuestra región.

Si pensamos en las potencias del mundo en disputa, quizás la Unión Europea y el Mercosur son dos regiones partidas que se reencuentran para formar parte de un futuro esperanzador. Que se formó en más de 20 años de negociaciones para la redención americana y europea. Dos mitades cuyo destino es completarse y nunca para enfrentarse.

El G20, la apertura de 170 mercados nuevos, más de una docena de tratados bilaterales. Y la culminación de este tratado. Tantos hechos trascendentales. ¡Y críticas banales, vetustas, cuando debiéramos unidos aprovechar y festejar juntos!

Quizás es lo que nos falte cambiar: ese sino ancestral que sufrieron desde San Martín hasta Borges. Que no vivieron la ovación que los pueblos reservan para todos los que les sirven. Hoy me levanto y aplaudo de pie.

Este convenio les permite a ambas regiones trabajar con pasión a fin de terminar con décadas de desigualdad social y la pobreza. Siguiendo la consigna del papa Francisco, que nos llama a ser “artesanos del encuentro”.

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