Como luchadora por la igualdad de género vale extremar cuidados para no caer en la trampa de ciertas “verdades reveladas” y elevarlas al panteón ideológico. Me refiero a la ecuación que se pretende imponer de equiparar la lucha por la igualdad de género con la legalización del aborto. La igualdad respeta e incluye a mujeres de todas las ideologías. Por todas ellas lucho. Justamente el empoderamiento de la mujer posibilita que esté en condiciones de elegir dar vida, ejercer sus derechos sexuales de forma responsable, construir una familia pudiendo ser actor social y económico en la sociedad.

“Abortar” es un verbo que espanta. Conlleva un dramatismo implícito al tratarse de una interrupción por una circunstancia no prevista. Ahora bien, lo primero que hay que reconocer es que los abortos suceden. Y que detrás de cada historia, diferente, personal, parecería entenderse que su consecución hubiese traído consecuencias más nefastas aún: “Lo mejor fue abortar”. Pero ¿fue realmente así? ¿Había otras opciones?

Hasta aquí Argentina ha entendido que la vida comienza en el momento de la concepción y tiene rango de ley: en nuestro Código Civil y Comercial se entiende como tal. Pero vamos a suponer que nuestra sociedad ya lo desconoce por cuestiones tanto científicas como culturales. Una vez más, no es necesario debatir sobre cifras resultantes de estudios sin rigurosidad científica. De ambos lados. Tomar como válidas estimaciones no ayuda a un debate serio y aumenta el peligro de posiciones fundamentalistas.

Pero hay algo que sí me mueve y conmueve, y por ello doy la bienvenida a este debate: las mujeres, las jóvenes que se someten al proceso traumático de un aborto por un embarazo no querido. No podemos desconocer las tragedias de las que año tras año fallecen por complicaciones en los abortos ilegales en nuestro país. En la mayoría de los casos son las mujeres con menos recursos, las más vulnerables. Aquí sí, todo falló.

Las muertes por complicaciones de embarazos y nacimientos de madres muy jóvenes es la segunda causa de mortandad de niñas entre 15 y 19 años. Mientras el embarazo adolescente sigue en aumento. Es una realidad que como políticos debemos atender, porque ello define existencia de seres humanos. La prevención de embarazos no deseados resulta así crucial.

Las causas son varias que se entrecruzan: desde baja formación y falta de información sexual hasta inaccesibilidad a métodos anticonceptivos, iniciación cada vez más temprana de relaciones sexuales, mala alimentación, partos en condiciones precarias, insuficiente preparación de agentes sanitarios, falta de fortalecimiento de una red sanitaria y social de contención y acompañamiento a la mujer embarazada y de cuidados prenatales. ¿Podemos prevenir todas estas fallas y factores de riesgo? ¡Claro que sí!

Son innumerables los casos que conozco de niñas y mujeres que no están debidamente informadas sobre su sexualidad y sobre la concepción. Y menos aún se les informa sobre las consecuencias y el significado de un aborto.

Sin información suficiente, no se pueden ejercer los propios derechos reproductivos. Esto incluye el derecho a decidir, a planificar cuándo asumir la responsabilidad de ser madre (¡o padre!). También incluyo a los varones, claro que sí, ya que me asombra lo poco instalado que se encuentra culturalmente entre los jóvenes que tener relaciones sexuales lleva implícito la posibilidad de ser padre.

Necesitamos desarrollar e implementar procesos sociales y culturales: la educación sexual acorde debe implementarse en escuelas, hospitales, centros comunitarios. Una efectiva educación sexual permite a los jóvenes a que se responsabilicen por las decisiones que toman.

Las mayoría de las adolescentes embarazadas que supe conocer reconocen que no quisieron quedar embarazadas, y no están preparadas para asumir la función de madres. Algunas se embarazaron en la búsqueda de cariño y afecto, otras, por curiosidad hacia su sexualidad. Otras fueron abusadas y abandonadas. La tragedia.

La fundación alemana Deutsche Stiftung Weltbevölkerung (DSW) demostró cuán importante es la educación sexual en dos proyectos llevados adelante en Kenia y Uganda. Les brindan educación sexual a menores entre 10 y 14 años, pero incluyen a todos los actores sociales: maestros, familiares, agentes sanitarios y políticos de la jurisdicción, incluso referentes culturales y religiosos.

Pudieron confirmar que en las escuelas involucradas se detectó un baja considerable de embarazos no queridos, disminuyó la tasa de abortos y también la deserción escolar. Recordemos que, lamentablemente, el embarazo adolescente conlleva el abandono de la niña madre del colegio.

Hace cinco años tuve la bendición de visitar Uganda con una delegación parlamentaria argentina. Asombrada, pregunté por el significado de tres grandes letras “ABC” que se podían ver en el frente de escuelas, clubes barriales, incluso iglesias. Y me explicaron mis colegas, orgullosos, que habían logrado bajar la tasa de infección de VIH y de embarazos no deseados con una campaña de educación que se resumía en esas primeras tres letras del abecedario.

“A” por ” abstinencia” de mantener relaciones sexuales. En especial, si se es muy joven. “B” por ” behavior”, comportamiento a fin de solo tener relaciones sexuales con una pareja estable o conocida. “C” por “condón” o profiláctico.

La prevención, la planificación familiar implican una erogación de dinero estatal importante. Pero no hay medida más valiosa que salvar vidas. Incluso la de aquellos que no tienen voz: la de los pequeños por nacer. Debemos trabajar todos para poder decidir y querer dar vida.

Aquí ejerzo mi derecho de conciencia. Es por ello que elijo la primera persona. Hay innumerables acciones tendientes a prevenir tragedias. Es sobre ellas que debemos trabajar en todos los ámbitos, sin descanso. Es desde mi más profunda conciencia que digo que en la vida hay que dejar huella, ni heridas ni cicatrices.

Sentarse a generar consensos en esta enorme diversidad será, estimo, la tarea fundamental a encarar este año, y recuerdo ahora el pensamiento de Alejandro el Grande en su lecho de muerte: “Qué difícil es el ser humano, nacer no pide, vivir no sabe y morir no quiere”.

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