Por Cornelia Schmidt Liermann

Necesitamos vislumbrar un rumbo, un camino a seguir, que nos saque de este estado de angustia atemporal. ¿Qué estrategia económica, laboral y educativa vamos a implementar?

Diarios de cuarentena: la concordia entre los argentinos justificará cualquier esfuerzo por parte de la dirigencia. Es un deber constitucional.

Dos motivaciones me hacían anhelar llegar a EEUU: participar por primera vez de la delegación argentina de ONU mujeres, donde había sido aceptada junto con Mercedes Moreno (presidente de AMA) para participar representando a las mujeres argentinas que defienden la maternidad y abrazan la vida. Y reencontrarme con mi hija que estaba cursando su primer año de doctorado en Economía en Washington DC.

El COVID-19 acechaba, exportado desde China, en Europa. Nosotros, en Latinoamérica, mirábamos el tema con preocupación, pero sintiéndolo lejano. Hasta que empezó a tomar vuelo y se aprestó a cruzar el océano, intentando colonizar América.

Aterrizada en NY, mi celular me indicaba que los eventos de la ONU, se suspendieron, al igual que dos reuniones pactadas. En mi travesía a Washington, me acompañaron una botellita roseadora de alcohol al 70 % (que se convertiría en mi fiel compañera) y descartables argentinos. Y en el equipaje más alcohol y desinfectante, y una cajita de paracetamol.

No es que no confiara en el suministro norteamericano, sino me guiaba el hábito alemán preventivo. Debo reconocer que en todo el viaje el sentimiento fue extraño. Veía imágenes de países que cerraban fronteras, cancelaban vuelos y aislaban a sus ciudadanos.

Sentía como que nos iban arrinconando, sin horizonte. Solo un anhelo me embargaba: volver a abrazar a mi hija. Al bajar del colectivo, y ver acercarse a mi sonriente “niña”, mi corazón dio un vuelco: ¡la alegría del reencuentro! “Ya está pensé, que ahora sea lo que Dios quiera. Estamos juntas”.

Lo demás es anecdótico. Me puse en auto cuarentena. Y mientras veía que se cancelaba vuelos de regreso y el mundo se aislaba, abrumaba la tristeza de muchas familias a las que el COVID-19 golpeaba. Me concentré en dos ejes: regreso a mi país con mi hija y ayudar en acciones solidarias en mi patria.

Así empezó, por ejemplo, coordinación con AMA (Asociación Mujeres Americanas), mientras me embarcaba en el periplo de intentar regresar a Buenos Aires. Desde Washington y entre los halles de espera de diferentes aeropuertos logramos armar una cadena solidaria preciosa: Juntamos donaciones, para adquirir insumos y con ellos dar trabajo y permitir subsistencia a mujeres del Noroeste argentino, cociendo barbijos y produciendo máscaras 3D , con las que se ayudaba al personal de salud de todo el país!

Ya en Buenos Aires, más de 70 días de cuarentena: Hoy el tiempo está viviéndonos. Como decía nuestro Borges, “solo perduran en el tiempo las cosas que no fueron del tiempo.” (Jorge Luis Borges, La rosa profunda),
Vemos que esta pandemia azota a todos los países del mundo. Mucho más a aquellos con debilidad económica como el nuestro. Con una endeble estructura laboral desde hace décadas, que supo aumentar la informalidad de una forma dramática y con un crónico déficit fiscal.

Y con un gran defecto: la compulsión cleptocrática y la inflación. ¿Habrá interrelación? Y si bien el virus no discrimina, sí lo hacen los efectos que produce en algunos sectores económicos. La cuarentena nos ha sido explicada como una medida indispensable para acondicionar nuestro frágil sistema de salud y para aplanar la curva de contagios. No sabemos cuándo llegará ese pico de la pandemia. Este aislamiento nos debe permitir calcular cómo y cuándo volverán a funcionar las energías económicas.

Necesitamos vislumbrar un rumbo, un camino a seguir, que nos saque de este estado de angustia atemporal. ¿Qué estrategia económica, laboral y educativa vamos a implementar? ¿Podremos tener un plan quinquenal que incluya desde acceso a guarderías maternales hasta la exportación de nuestros productos? ¿Podremos contar con una financiación accesible para la producción y el trabajo?

¿Alguien está analizando qué frecuencia de banda ancha necesitamos que garantice conectividad para las videoconferencias, indispensables para inclusión educativa y laboral? Necesitamos un país capaz de transformar la crisis en oportunidad y capaz de recuperar la esperanza. No debería haber encrucijada entre salud y economía. Ambas hacen a nuestras vidas. ¿Cómo financiamos nuestro sistema de salud si no tenemos ingresos?

La concordia entre los argentinos justificará cualquier esfuerzo por parte de la dirigencia. Es un deber constitucional.  Sumemos a economistas, empresarios, productores agropecuarios, educadores, sindicalistas, iglesias, científicos.  Necesitamos encontrar, no solo la salida de la cuarentena, sino soluciones para reconvertirnos ahora, en plena cuarentena. Que sea el comienzo de una sanación como país. Y para ello, no hay dudas de que la primera medida debería ser erradicar la corrupción. Hagamos acuerdos que condenen severamente la cleptocracia, poniendo la prioridad en la ética del Estado.

Aprovechemos para priorizar además nuestras relaciones multilaterales. Muchas de ellas se han visto, además, propiciadas por las sanas relaciones construidas con otros países, en el marco de una política de integración internacional que nos ubica en el plano de la cooperación y el respeto mutuo, sin menguar por ello en la defensa de los intereses nacionales.

También es hora que en política internacional y nacional escuchen las opiniones de mujeres de Latinoamérica. Escribimos, nos manifestamos en redes, deliberamos, consensuamos. Organizamos acciones productivas, pero no encontramos escucha activa. A veces siento, que la voz de la mujer está a la deriva.

Trabajemos para construir una dignidad global, con conciencia ambiental. Esto es lo que debe perdurar. ¡Y el momento es ahora!