Cuando Angela Merkel anunció en septiembre pasado que Alemania aceptaría 800.000 solicitantes de asilo en su país, muchos señalaron a los otros integrantes del bloque europeo para que siguieran el notable ejemplo alemán. “Si Europa fracasa en el asunto de los refugiados, su cercana conexión con los derechos civiles universales quedará destruida”, advirtió Merkel.

Pero los ataques cometidos el viernes 13 de noviembre en París, que mataron al menos a 129 personas, el atentado de Estambul con muertes de turistas, aumentaron las críticas sobre la apertura de política de asilo de Alemania hacia los refugiados sirios ya que podría representar un riesgo de seguridad, incluso para toda Europa, sobre todo después de que el Estado Islámico haya reivindicado la autoría de los ataques: 1,1 millones de refugiados arribaron a Europa en los últimos 12 meses, según indicaciones de Baviera. Casi la mitad de los refugiados provienen de Siria, cada quinto viene de Afganistán y un 8% huyeron de Irak. Es difícil contrarrestar los miedos y preconceptos, cuando la noche de año nuevo, un grupo de refugiados atacó en Colonia a mujeres de forma barbárica (con más de 600 denuncias). Violencia de género no era un tema en la agenda alemana, pero ahora está en boca de todos.

Si bien podría ser entendible la reacción de los gobernantes de los países europeos encontrándose “entre la espada y la pared” especialmente después de que se notificase que uno de los terroristas que actuaron en territorio francés había ingresado al mismo simulando ser un refugiado, es fundamental que nuestros gobernantes y la humanidad entera no pierda de vista la situación dramática de fondo que es comprender que los refugiados son personas obligadas a elegir entre lo menos horrendo: quedarse y morir o huir y correr todo tipo de riesgos. Con una característica que sensibiliza al extremo: más de la mitad son niños cuyas cortas vidas han sido marcadas por la guerra, el miedo y la pérdida. Preservar la integridad del sistema de asilo es crucial, ya que éste y el terrorismo no son compatibles. La Convención sobre los Refugiados de 1951 es muy clara al respecto y, de hecho, excluye de su ámbito a quienes hayan cometido crímenes. Pero se debe evitar demonizar a los refugiados como grupo. Es peligroso y contribuirá a la xenofobia y al miedo. Los refugiados no deben ser señalados como chivos expiatorios y no pueden convertirse en las víctimas indirectas de estos trágicos sucesos.

En su discurso de Año Nuevo la canciller Angela Merkel recalcó que, también en el año 2016, una cosa va a ser importante para Alemania más que ninguna otra: “la cohesión”. “No nos dejemos dividir, ni generacional ni socialmente, entre los que estaban y los recién llegados”. Entendiendo la gran tarea de integración de tantos refugiados como una oportunidad para el mañana, “pues tenemos un decidido compromiso cívico y un concepto integrador de las políticas”.

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