En la noche del 9 de noviembre de 1989, caía el muro de Berlín; que simbolizaban el final de una era oscura.

Fue el certificado de defunción del totalitarismo soviético y un grito a la libertad y al respeto de los derechos humanos. Fue un canto a la democracia y a la unión. 
 
Más lejano en  la historia,  74 años atrás, en el mismo país, se llevó a cabo  la Progromnacht: en la que se incendiaron y demolieron,  un sinfín de comercios judíos y empresas,   Sinagogas y  25.000 ciudadanos judíos fueron arrestados trasladados a campos de concentración o asesinados…significó brutalidad, locura y dolor.  

Estos dos acontecimientos diametralmente opuestos de  Alemania, están indefectiblemente unidos: 
alegría y barbarie….dos caras del comportamiento humano.
  
Juan Pablo II  en su libro “Memoria e identidad” afirma  “después de la caída de los sistemas totalitarios, las sociedades se sintieron libres, pero casi simultáneamente surgió un problema de fondo: el uso de la libertad.”

Debemos cuidar y fortalecer nuestras libertades, con un sentido ético  y basado en valores solidarios. 
“el peligro de la situación actual (después del 1989) consiste en que, con el uso de la libertad, se pretende prescindir de la dimensión ética, de la consideración del bien y el mal moral“