Mi columna en Diario Perfil del domingo. En vísperas del Bicentenario de nuestra Independencia, celebramos el Día del Periodista y la libertad de expresión. Hacemos votos para que este nuevo mojón en nuestra historia nos haga pensar en quiénes han dejado la vida en pos de la transparencia y nos interpele a construir una república mejor para todos.

Como cada 7 de junio, el martes pasado se celebró el Día del Periodista. La fecha recuerda la puesta en circulación, allá por 1810, del primer número de la Gazeta de Buenos Ayres, fundada por Mariano Moreno. Aunque no se trató del primer periódico del que tengamos registro en nuestras tierras, se destacó por ser el primero luego de aquel fundacional 25 de Mayo, del que venía a dar cuenta. “El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien, debe aspirar a que nunca puedan obrar mal. Para el logro de tan justos deseos ha resuelto la Junta que salga a la luz un nuevo periódico semanal con el título de Gazeta de Buenos Ayres”, escribiría Moreno por esos días.

Comenzaba el camino hacia la independencia con el primer gobierno patrio y la Gazeta de Buenos Ayres era un hito fundamental para su constitución.

El pueblo y la prensa, pero especialmente el gobierno, debían estar a la altura de las circunstancias. Y era nuevamente Moreno el que lo ponía en palabras: “Si el gobierno huye del trabajo; si sigue las huellas de sus predecesores, conservando la alianza con la corrupción y el desorden, hará traición a las justas esperanzas del pueblo y llegará a ser indigno de los altos destinos que se han encomendado en sus manos”.
Hoy, sus dichos resuenan con singular potencia. Nos encuentran homenajeando en el Día del Periodista a un reportero gráfico que fue asesinado por una foto incómoda. Nos enfrentan al hecho de que, a casi veinte años de ese crimen, los responsables siguen libres. Nos recuerdan que esa única foto, buscada por años, dejó al descubierto sólo una porción de una “mafiocracia” enquistada en nuestra sociedad, que debemos desterrar de una vez y para siempre.

La corrupción recorre todos los ámbitos de nuestro diario vivir: los sindicatos, el fútbol, las empresas proveedoras de servicios públicos, los organismos de control, los punteros políticos, las drogas y toda su cadena de complicidades son sólo algunos de una extensa lista. Y son los periodistas los que, en la línea de fuego, se juegan todos los días por desar-ticular este sistema perverso en el que aún estamos subsumidos.
En el reconocimiento a José Luis Cabezas celebramos a los miles de trabajadores que, detrás de la noticia, de desenmascarar lo que resulta esquivo, de investigar, ponen todos los días lo mejor de sí. A los que, a pesar de la prepotencia y la amenaza circundantes, siguen trabajando en lo que definen como su oficio o profesión, que dignifican con su labor.

Pero también celebramos al Cabezas del enorme talento, el que supo plasmar con sus tomas la cualidad esencial de cada uno de los retratados, en imágenes inolvidables. El que supo contarlo.
Mariano Moreno, como José Luis, nos dejaron una misión que deberíamos memorizar: “El pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus representantes, y el honor de éstos se interesa en que todos conozcan la execración con que miran aquellas reservas y misterios inventados por el poder para cubrir sus delitos.”
En vísperas del Bicentenario de nuestra Independencia, celebramos el Día del Periodista y la libertad de expresión. Y hacemos votos para que este nuevo mojón en nuestra historia nos haga pensar en quienes han dejado la vida en pos de la transparencia y nos interpele a construir una república mejor para todos.

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