Angela Merkel y el presidente Joachim Gauck emprenderán juntos el viaje de 13 horas para alentar a su equipo. A 25 años de la caída del muro, el pastor y la hija de un pastor, ambos provenientes de la ex Alemania oriental, se muestran unidos frente al mundo alentando a su país. Angela hubiese preferido a otro candidato para el puesto de presidente en reemplazo de Cristian Wulff, el carismático y más joven presidente que Alemania supo tener. Wulff presentó su renuncia en 2012 al enfrentarse a un procesamiento de cohecho en su época de primer ministro de Baja Sajonia, del que fue absuelto en marzo de este año.

Haber vivido al otro lado del muro, y el entendimiento político de que la búsqueda de consenso es más valiosa que el enfrentamiento, han fortalecido el respeto mutuo entre ambos mandatarios alemanes.

Ahora abrazan el desafió de ubicarse en la vanguardia del avance digital. El primer ministro de Infraestructura digital, Alexander Dobrindt, llamó a jugar “la Champions League digital”, convocando a una mesa de estrategia a empresarios del sector, universidades, sindicalistas y políticos. Son conscientes de que sólo con software propio tendrán real independencia y podrán lograr transparencia, implementando la interconexión digital gubernamental.

Hoy me ilusiona interpretar que este viaje del dúo alemán podría ser también una forma de apoyar a Dilma, y por qué no a Latinoamérica toda, revirtiendo esa opinión de que Europa ha desatendido estas latitudes. Angela es la referente que la congregación episcopal latinoamericana eligió para analizar nuevas estrategias para combatir la pobreza. La mandataria se esfuerza por “escuchar la otra versión de las cosas” y entender las necesidades, como ella misma suele asegurar.

Angela dedicó extensos encuentros al ex presidente de Paraguay, Fernando Lugo, así como a los presidentes Rafael Correa y Evo Morales. Algunos entendidos la señalan como la celestina de la obtención de créditos blandos para ese país, ya que ha sabido reconocer que no necesariamente los gobiernos de izquierda han resultado “populistas”.

Y ahora la pasión por el fútbol une nuevamente a dos finalistas de continentes diferentes. Dios quiera que logremos disfrutar estos días festivos para ambas naciones, y que no perdamos la oportunidad de mostrarle al mundo que, a treinta años del retorno a la democracia, Argentina está formada en valores, con un DT moderado y la aparición de un líder, Mascherano, autocrítico y compañero.

Esta final me toca en lo más íntimo: hija de padre y madre alemanes, primera generación de argentinos, fui educada para la libertad y la confraternidad de nuestros pueblos, formada en nuestra universidad pública y capacitada en Alemania, trabajando en la actividad privada tendiendo puentes comerciales e investigando políticas públicas de acceso a la información con apoyo de la fundación alemana KAS y finalmente votada en democracia por el pueblo argentino.

Mi hermano me hizo recordar ejemplos vivenciales concretos del encuentro entre nuestras culturas: crecimos con los pósters del Pato Fillol  y Sepp Maier en nuestros cuartos, escuchando la música de Los Chalchaleros y Herbert Gronemeyer mientras nos íbamos durmiendo.
No encontré euforia en el equipo alemán, como tampoco encontré arrogancia en el nuestro. Al contrario, creo que la cautela, la entrega y el coraje para salir a la cancha este domingo son el común denominador de ambos equipos.

Así como un gran papa alemán supo dar un paso al costado para abrirle el camino a un espectacular papa argentino. Quién sabe, ¡quizás la alegría de la copa pueda ser nuestra! Lo admito: ¡me cuesta moderar mi euforia por Argentina campeón!

Sea como sea, que esta final sólo sea el incentivo de mayor fortalecimiento y complementación entre ambas naciones, que se respetan y se quieren.

 

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