Si el Estado no consagra al Ser Humano como centro y fundamento de todo, entonces estamos en peligro. Romper este consenso básico es romper con todo lo demás.

Hay una voz que resuena, una voz que muchos argentinos necesitamos que se escuche. Es la voz de los que no están y no dejaron llegar. Es también la voz de cientos de argentinos que se levantan cada día a trabajar, que no bajan los brazos y dan pelea aunque el partido parezca perdido. Es la voz de los que claman para que los políticos se ocupen de los problemas urgentes e importantes.

Hay un grito sagrado: libertad, libertad, libertad. ¿Cómo podemos llamarnos libres si tenemos más del 40% de los argentinos atados a las cadenas intergeneracionales de la pobreza? ¿Cómo podemos hablar de libertad cuando el vientre materno puede ser el lugar más inseguro para vivir? ¿Cómo podemos jactarnos de ser libres cuando la vida de un ser humano depende de lo que decidan otros? No se trata de hablar de posturas personales ni de opiniones religiosas.

Se trata de consensos básicos de nuestra cultura, cimentados también por la ciencia, que expresan nuestra identidad, allí donde estamos comprometidos todos en su totalidad como sociedad.  Un salario universal para la igualdad de género Si el Estado no consagra al Ser Humano como centro y fundamento de todo, entonces estamos en peligro.

Romper este consenso básico es romper con todo lo demás. ¿Cuál sería la diferencia entre eliminar una persona vulnerable en el vientre materno o fuera de él?  Si se vulnera el principal de los derechos y libertades, ¿qué límites podrían oponerse a cualquier otra iniciativa de Estado contra los Derechos Humanos? Y aunque parezca que siempre vence el más fuerte, David venció a Goliat. Los argentinos sabemos que no está dicha la última palabra: la palabra de los ciudadanos que quieren que Argentina se levante y tome vuelo. Esos argentinos que no quieren estar presos de las dialécticas partidistas o sumergidos en el abismo de una grieta que solo beneficia a unos pocos.

La única grieta que existe es la que separa a los políticos de la realidad: esa política ciega que no ve el escándalo del hambre. Esta grieta se puede superar cuando los políticos se animan a caminar la calle, pueden compadecerse del dolor del otro y actuar en consecuencia.   Mérito o igualdad   Estamos cansados de escuchar palabras vacías, discursos políticamente correctos, promesas de campaña. Necesitamos consensos  y  políticas  públicas a largo plazo.

Necesitamos políticos que puedan vivir con lo que gana un jubilado; que se animen a enviar a sus hijos a la escuela pública, que elijan atenderse en la guardia de un hospital. ¿Cuántos políticos se animarían a trabajar por amor a la Patria? Hablamos de igualar oportunidades y como Estado ¿se van a eliminar niños antes de nacer? No hablemos de inclusión si como Estado se propone descartar al más débil. No hablemos de empoderamiento de la mujer si miles de niñas por nacer no tendrán el derecho a la vida. No hablemos de libertad si el Estado legitima médicos que desechan a los más vulnerables.

No hablemos  de democracia ni de justicia social cuando se pide al Estado que no respete el primero de los derechos humanos: el derecho  a la vida. No hablemos de violencia de género cuando el Estado pretende naturalizar la violencia del más fuerte sobre el más indefenso. No hablemos entonces de propuestas como Los Mil Días para compensar el proyecto del aborto.

Hablemos claro: tener acceso a los mil días dependerá de si a la semana 14 “sos deseado” o no. El plan de los Mil Días será solamente para algunos privilegiados. De qué vale ampliar asignaciones y establecer medidas sanitarias para embarazadas y sus hijos cuando no es para todos los niños? Habrá niños merecedores del mil días y niños que no. No hay mayor exclusión que marginar la vida.

El valor de los cuidados en la familia y la igualdad Como Nación necesitamos llegar de una vez por todas a tener por lo menos cinco consensos, sin importar quién tenga el bastón de mando:  1) La Vida siempre es un bien social. 2) La implementación de políticas públicas a largo plazo para reducir el impacto de la pobreza y al mismo tiempo para cuidar a las embarazadas y a TODOS los niños desde el vientre hasta los dos años de vida. ¿Cómo? Implementando y articulando programas provinciales y municipales de detección de embarazos sin controles de salud, cuidados prenatales (enfoque sanitario y psicológico, vínculos saludables y crianza, estudios-oficios, consejerías de acompañamiento y contención para los embarazos no esperados brindando asesoramiento integral y un tratamiento personalizado y humanizado.) 3) El desarrollo, bajo el principio de corresponsabilidad, de espacios de cuidado desde los 45 días en adelante en barrios, escuelas, universidades, empresas; políticas de protección a la maternidad, etc. 4) La promoción de acciones de prevención a través de programas que fortalezcan el proyecto integral de vida de una persona en todas sus dimensiones: educación, sanidad, trabajo, autogestión, espiritualidad. 5) La creación de un Ministerio Coordinador de Primera Infancia y Familia que trabaje para implementar políticas transversales de reducción de la pobreza materno-infantil, políticas de apoyo a las familias, a las familias monoparentales, numerosas, etc. Igualdad y desarrollo, los desafíos de la pospandemia

Mientras haya un argentino por nacer habrá miles de personas que serán su voz. Cuando se tocan las fibras más profundas de la Patria, esa voz se despierta, sale y se hace oír. Siempre habrá un grito sagrado que surgirá de las entrañas de nuestra cultura. Es el grito sagrado que dice que la vida es siempre un bien porque no se trata de ser más progresistas o más conservadores.  Se trata de ser humanos.   * Bernardita Bordón, Cornelia Schmidt Liermann, Josefina Michelini, Mercedes Moreno Klappenbach y María Luján Ferrer, Miembros de AMA -Asociación Mujeres Americanas-.

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